En la anterior entrada veíamos cómo en la tercera cultura los científicos debían acercarse al público y se trataba de que se fomentara el espíritu crítico de la sociedad. Con este sentir aparecieron asociaciones como la Union of Concerned Scientists, una asociación con 50 años de historia formada por científicos y estudiantes del MIT críticos con respecto diferentes temas de actualidad como pueden ser el cambio climático o las armas nucleares.
Un ejemplo de cómo puede ser útil este tipo de enfoque que podemos encontrar en su web es el artículo “Environmental Racism in the Heartland”. En él exponen la problemática de que las personas con
menos recursos y racializadas sufren mucho más por la contaminación derivada de
transporte e industria. Gracias al uso de herramientas de monitorización de contaminantes atmosféricos, se
emplean los datos científicos para que las personas afectadas puedan exigir más
protección y se implique más a la comunidad con respecto a la toma de decisiones.
De esta manera se consigue lo que veíamos en los posts
anteriores en los que se planteaba la cultura científica como algo bidireccional
que implica a la sociedad en conjunto. Una forma de que la ciencia llegue a las
personas de la comunidad y consiga un cambio real.
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